jueves, 8 de julio de 2010

Individualidad y carácter (Daisaku Ikeda)

El objeto de la vida es expresar y desarrollar nuestra individualidad tan completamente como sea posible, es la propia realización.

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Existen muchos tipos de revoluciones, políticas, económicas, industriales, científicas, artísticas y más. Pero, sin importar cuánto cambien los factores externos, el mundo nunca mejorará mientras la gente permanezca egoísta y apática. Como dijo John F. Kennedy, en 1963: “Nuestros problemas fueron creados por el hombre, por lo tanto, pueden ser resueltos por el hombre. Y el hombre puede ser tan grande como él quiera”.
Un cambio interno positivo en tan solo una persona es la esencial vuelta de tuerca en el proceso de hacer a la raza humana más fuerte y sabia. Esta revolución humana es, según creo, la más fundamental y vital de todas las revoluciones. Esta revolución (un proceso interno de autoreforma) es completamente pacífica y libre de derramamientos de sangre. En ella todos ganan y no hay víctimas.
La vida es una lucha con nosotros mismos; es un intenso combate entre avanzar y retroceder, entre la felicidad y la desdicha. Estamos cambiando constantemente, pero el problema real es si estamos cambiando para bien o para mal, si tenemos éxito en engrandecer nuestra estrecha visión centrada en nosotros mismos y asumir una visión más amplia.

Todos los días nos enfrentamos a incontables situaciones en las que tenemos que escoger o tomar decisiones. Tenemos que decidir cuál camino tomar a fin de sentirnos bien con nosotros mismos y convertirnos en mejores individuos de espíritu generoso.
Si nos permitimos a nosotros mismos ser gobernados por la fuerza del hábito, es decir, reaccionar de la misma manera que siempre lo hemos hecho a una determinada situación, seremos arrastrados por el camino del menor esfuerzo y nuestro crecimiento como personas se detendrá.
Pero si tenemos éxito en retarnos en un nivel fundamental, podemos pasar de ser una persona golpeada por el ambiente o por la gente a su alrededor, a alguien que puede influenciar positivamente su entorno. En realidad creamos la forma única de nuestras vidas mediante las infinitas elecciones que hacemos cada día.
La individualidad y el carácter verdaderos nunca llegan a florecer completamente sin un arduo trabajo. Yo siento que es un error pensar que quienes somos actualmente es la representación de todo lo que somos capaces de ser. Si uno pasivamente decide: “Soy una persona callada, de manera que pasaré por la vida calladamente”, nunca podremos desarrollar plenamente nuestro potencial único. Sin necesidad de tener que cambiar nuestro carácter completamente, podemos convertirnos en una persona que, aun siendo básicamente callada, será capaz de decir lo correcto en el momento correcto con verdadera convicción. De la misma forma, una tendencia negativa hacia la impaciencia podría transformarse en una cualidad útil para lograr que las cosas sean hechas rápida y eficientemente.

Pero nada es más inmediato, o más difícil, que el confrontarnos y transformarnos a nosotros mismos. Siempre resulta tentador decidir: “Este es el tipo de persona que yo soy”. A menos que retemos esta tendencia tempranamente en la vida, se hará más fuerte con la edad. Pero creo que el esfuerzo vale la pena al final, porque nada produce una satisfacción más profunda que retar exitosamente nuestras propias debilidades. Como escribió el autor ruso Tolstoy: “La felicidad suprema es encontrar que somos mejores personas al final del año de lo que éramos al principio”.

La Revolución Humana no es un evento extraordinario, ni divorciado de nuestras vidas diarias. A menudo comienza de una forma pequeña. Tomemos como ejemplo a un hombre que sólo piensa en sí mismo, en su familia y amigos. Entonces, un día, realiza un movimiento para romper este confinamiento estrecho tan sólo un poco, saliéndose del camino para ayudar a un vecino que sufre. Este es el comienzo de su Revolución Humana.
Pero no podemos realizar este proceso solos. Es a través de nuestras interacciones con otros que pulimos nuestras vidas y crecemos como seres humanos. En Japón, las papas montañeras conocidas como taros son rugosas y sucias al cosecharse, pero al ser colocadas en agua y rodarlas unas con otras, la piel se pela, dejando las papas brillantes y listas para cocinar. La única manera de afilar y pulir nuestras interacciones con otros.
Al realizar acciones por los demás y comprometernos positivamente con ellos, nos volvemos personas más disciplinadas y mejores. Pero esto no significa hacer que otros sean felices mientras ignoramos a nosotros mismos o a nuestras propia felicidad. La felicidad que creamos como individuos, y los fuertes lazos que creamos unos con otros, generan la felicidad de toda la humanidad.

La vida de Mahatma Gandhi ilustra este punto. Siendo niño era dolorosamente tímido. Siempre estaba preocupado porque la gente lo iba a ridiculizar. Aún después de aprobar sus exámenes como abogado seguía siendo tímido. Cuando se levantó para presentar sus argumentos de apertura en su primer caso en tribunales, su mente se puso en blanco por los nervios y tuvo que abandonar el tribunal.
Pero un cambio importante ocurrió mientras se encontraba en Sudáfrica, donde los hindúes residentes enfrentaban una severa discriminación. Gandhi iba viajando en tren, en un vagón de primera clase, cuando se le ordenó moverse al vagón de carga. Él se rehusó, y eventualmente fue forzado a salir del tren. En la sección de espera en la estación, Gandhi permaneció despierto toda la noche, debatiéndose entre regresar a la India o soportar las dificultades que acarrearía el asumir una posición y luchar por los derechos humanos. Finalmente comprendió que sería cobardía huir de sus temores y desechar a la gente que estaba siendo discriminada como él lo había sido.
A partir de ese momento, Gandhi se enfrentó de lleno con su naturaleza tímida y la retó, determinado a vencer la injusticia. Su cambio interno fue la chispa originadora de uno de los más grandes desarrollos del siglo veinte: el movimiento para el cambio social por medio de la no-violencia.

Cada persona individualmente posee un gran potencial que permanece en gran medida intacto. Por medio del arduo trabajo que es realizar nuestra revolución humana, este potencial puede ser revelado y podemos establecer un sentido del yo independiente e inconquistable. Podemos lidiar creativamente con cualquier situación que la vida nos pueda ofrecer. Este proceso abierto nos permite mantenernos creciendo y desarrollándonos a lo largo de nuestras vidas, y más allá. Nunca encontraremos un punto muerto en nuestro viaje eterno de autorrealización.

Daisaku Ikeda

Daisaku Ikeda es un infatigable humanista. Es presidente de la Soka Gakkai Internacional (SGI), una organización mundial con más de doce millones de miembros en 190 países y territorios que tiene como objetivo contribuir con el logro de la paz mundial y el bienestar de la sociedad mediante la promoción de la cultura, la educación y la oposición a la violencia. Es fundador de varias instituciones educativas, culturales y de investigación que se encuentran en distintos países como Japón, EUA, Inglaterra, Francia, entre otros. Es un filósofo budista, escritor prolífico y poeta laureado, reconocido como uno de los mayores intérpretes del budismo, que ha extraído la infinita sabiduría de esta religión para ayudar a la humanidad a sobrepasar muchos de los problemas que enfrenta hoy en día.

Fuente: http://www.concienciasinfronteras.com/PAGINAS/CONCIENCIA/daisaku1.html

1 comentario:

  1. Alexia, muy interesante esta entrada. Estoy totalmente de acuerdo en que la principal revolución empieza por uno mismo.
    Me he sonreído al leerlo, porque yo también, de pequeña, era extremadamente tímida y pensaba que ésto me marcaría para toda la vida, sin atreverme a hacer determinadas cosas o a decir según qué por vergüenza...
    Y ahora...jajaja...me queda un punto de esa timidez, la justa y necesaria. Pero también tuve que plantarme cara a mí misma para superarlo. Y te aseguro que valió la pena!
    Gracias, guapa, por tan interesante post. Me ha encantado leerlo!
    Un abrazo enorme!
    Núria

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